Después de cuatro años, por fin nos liberamos de Uribe. Parecía que el día jamás iba a llegar y que tendríamos que aguantar otro periodo bajo su tiranía. Pero el 7 de agosto en el que Uribe se convirtió en ex presidente, finalmente apareció.
Acertado es el popular refrán cuando dice que “no hay felicidad completa”. Con la salida del ex presidente que le devolvió la confianza al país ─ la confianza en que la corrupción, el clientelismo y la politiquería no se acabarán ─ llegó Juan Manuel Santos a la casa de Nariño.
El ex ministro de defensa cumplió su sueño de infancia y asumió el sábado la presidencia de Colombia después de haber ganado las elecciones con más de 9 millones de votantes que no se acordaron de escándalos tan decepcionantes como el de los ‘falsos positivos’. Habrá que hacer un reconteo para saber cuántas de las víctimas mortales de ese macabro plan, sufragaron a su favor.
La posesión del pasado 7 de agosto fue una recepción impecable, a excepción de las prendas exclusivas de los invitados que se mojaron por culpa de la lluvia que casi no cesa en la plaza de Bolívar. Fueron 13 mandatarios de América Latina los que se hicieron presentes en el evento que fue dispuesto bajo las recomendaciones de Tutina, la nueva primera dama de la nación.
Sin embargo no me da tanta tristeza que Santos hubiera llegado al poder cómo que Armando Benedetti le impusiera la banda presidencial. El presidente del senado se demoró más saludando a todas las personalidades que se estaban en el evento que en propio discurso. Leyó detenida y tranquilamente, con la seguridad de que Word le había corregido palabras como “escuchemen, sientesen o levantesen”.
No menos importante fue la aparición del ahora vicepresidente Angelino Garzón quien se vio alegre y muy complacido. Seguramente ya no se siente mal por su apariencia. Cuando vio al presidente de Uruguay, José Mujica, a quien confundió con uno de sus familiares, entendió que el lugar que ocupará no le queda grande. Ahora sueña con llegar también a la presidencia.
La nueva familia presidencial es curiosa. Tutina se ve mucho más joven que su hija María Antonia, o por lo menos, tiene mucho mejor gusto para vestir. La primera dama estaba rogando para que no confundieran a Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, con su esposo. Cuando vio a la mandataria con aquel vestido azul turquesa, descansó.
El discurso de Santos dejó al ex presidente Uribe preocupado. Y no tanto porque anunció que en su gobierno “la puerta del dialogo no estará cerrada con llave”, se inquietó mucho más cuando aseguró que el Unidad Nacional no será una repartición burocrática. La poca tranquilidad que conservó el ex mandatario se debió a su ganancia en la adjudicación del contrato de las sombrillas para la posesión.
Si el gobierno de Santos será tan organizado como su posesión, la esperanza sale a relucir ahora. Ojalá la organización de su gobierno no se rija también bajo las recomendaciones de Tutina.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario