4 de noviembre de 2010

CARTA DE JOSÉ OBDULIO AL NIÑO DIOS

Descubrir cuáles son los deseos que José Obdulio Gaviria le pide al Niño Jesús para esta navidad no fue tarea fácil. La casa del ex asesor del ex presidente Uribe, ex sitio de refugio del mandatario y extensión de la Casa de Nariño no sólo en el número telefónico sino en los fantasmas que allí habitan me produjeron temor al principio. Sin embargo, decidí arriesgarme e ir en busca de aquella carta de la que me había enterado días atrás cuando una llamada que hacía a mi mamá, se cruzó con la del mismo José Obdulio que hablaba con un agente del DAS.

Decidí entonces emprender esta labor. Legué a su casa y me presenté como agente de ese centro de brutalidad, perdón, de inteligencia, para que el filósofo no se sintiera desconfiado y me dejara entrar sin ningún problema. Le pedí que me llevara a su despacho para revisar su línea telefónica y así descartar cualquier posible normalidad que pudiera tener.

- Siga por el corredor - me dijo el abuelo- se guía por los cuadros del beato.

-¿Del beato?, le pregunté.

-Sí, del beato. Es que desde hace unos 2 meses no estoy usando la palabra Santo para referirme a él. Los Santos no tienen entrada a esta casa, respondió el anciano como si añorara algún gobierno recién salido.

Llegué al estudio después de pasar por el pasillo que era, efectivamente, en honor al beato Álvaro Uribe, segundo libertador de la patria, como decía en una de las estampitas que se podían tomar de un altar que el propio Gaviria había diseñado.

Era el momento de revisar los cajones y buscar la carta. En el escritorio, reposaba un reloj que mide el tiempo que queda para las elecciones por la alcaldía de Bogotá. No entendí por qué estaba ahí y seguí buscando. Abrí el primer cajón y me encontré con un muñeco que parecía ser una réplica de Juan Manuel Santos. Estaba lleno de alfileres, en los ojos, más que en cualquier otra parte. Sin embargo no era el único. Aquel cajón parecía la bodega de algún vendedor de muñecos de un semáforo. Había replicas de Samuel Moreno montado en un carrusel, de Andrés Felipe Arias enterrado en lo que parecía ser un pedazo de tierra, y hasta de Ingrid Betancourt encerrada en una jaula. La de Mockus estaba en una esquina con un papel que decía “llamar a un ingeniero para poder entender el manejo de la pieza”.

Asustada cerré la gaveta y busqué mi objetivo en la siguiente, pero no hallé nada. Nada más que unos ponchos y un sombrero viejo y mal oliente. Pensé que en el próximo cajón la encontraría.

Ese sí contenía varios papeles y documentos escritos a mano por el propio José Obdulio. Había una hoja de vida con el encabezado de la oferta de trabajo “referencia: aspirante a administrador de hacienda ‘El Ubérrimo’”. Era debajo de ella que reposaba mi objetivo, aún sin doblar, sin sobre y sin terminar. Me senté en la silla acolchada que el propio anciano había mandado traer de la Casa de Nariño y la empecé a leer despaciosamente:

Bogotá, diciembre de 2010

Para:

Niño Jesús

La Ciudad

Cordial saludo.

Le escribo para desenmascararlo. Ya lo sé todo.

Es usted el farsante más grande que ha concebido la historia de la humanidad y el ladrón de identidad más cínico sobre la faz de la Tierra o donde quiera que se encuentre. Usted, no es el hijo de Dios.

El verdadero Niño Dios nació el 4 de julio de 1952 en Medellín, Colombia y si lo quiere comprobar, hágalo y sepa usted, que los propios estadounidenses conmemoran ese día en su honor.

Le exijo que acabe con su farsa de una vez pues según las encuestas, el resto de colombianos también ha caído en cuenta de su error y saben sobre sus delitos. No es usted más que un terrorista que se aprovecha de su calidad de infante para echarse al bolsillo a los compatriotas que se fían de su inocencia para adorarlo y hasta pedirle favores.

Y es que no contento con robar la identidad del propio hijo de Dios, no dudó en hacerlo con todas sus características. No sé cómo supo usted que el verdadero divino niño había nacido en una pesebrera de cierta hacienda, en la que reposaban las bestias que después serían nombradas por él mismo en algún puesto de la patria, como reivindicación al robo de su imagen, tal como usted hizo 30 años después con los que llamaba discípulos. Y comuníquele a Juan que lo denunciaré, porque si usted robó la imagen del propio niño divino, El Bautista plagió la mía.

1 de octubre de 2010

¿Barras bravas o pandillas?


No se debería tocar el tema de las barras bravas solamente cuando hay alguna noticia relacionada con ellas. A pesar de que la violencia en los estadios, o al menos, los incidentes protagonizados por estos grupos se han apaciguado un poco, no es posible olvidar un problema tan grave como el que representan.

Es hora de dejar a un lado la presunción de que los 'barristas' cometen crímenes a diestra y siniestra escudados en el amor apasionado e incondicional que le tienen a determinado equipo de fútbol. No. Las barbaridades que hacen estos personajes, se deben a la dinámica de la colectividad, a las ganas de demostrar valentía y de obtener jerarquía en la barra. En pocas palabras: los barristas no son hinchas de un equipo. Son hinchas de su hinchada.

No es raro ver en las calles de Bogotá las paredes llenas de letreros o graffitis alusivos a determinada barra brava de las tantas que tienen lugar en la capital, con enunciados como Bogotá, hogar del rolo sepulcro del provinciano, o el rolo soy yo. ¿A caso puede uno diferenciar a qué equipo se refieren cuando escriben tales frases? ¿A La Equidad, tal vez? ¿Será que Atletico Nacional o América de Cali no tienen hinchas bogotanos? Una frase de ese estilo supondría que está escrita por un grupo de regionalistas bogotanos acérrimos. Pero no. Son escritas por barristas no se sabe de qué equipo capitalino, con la única pretensión de amenazar a los seguidores de otros equipos que no tienen como sede la capital del país.

Si todas las acciones de las barras bravas están justificadas en el amor incondicional a su equipo de fútbol, no entiendo por qué los graffitis ni siquiera hacen alusión a alguna escuadra de la ciudad. En ocasiones, lo único que está escrito en aquellos muros tachados y ‘recontrarrayados’ son los nombres de los ‘parches’, como se denomina en el argot barrista a los subgrupos que conforman el gran colectivo de una barra brava. Los Pinzas, La 24, La CK el aguante, etc, son algunos de los nombres escritos, que, junto a la zona o localidad a la que pertenecen (los barristas se identifican por su localidad y siempre acompañan la misma con el nombre de su parche z-11, por ejemplo) no ofrecen alguna pista ni de fútbol, ni de amor, ni de nada.

Cuándo se ama tanto a un equipo del fútbol, ¿no es su nombre el que uno proclama en cualquier parte?

Pero no sólo en las paredes o muros de la capital se pueden encontrar estas referencias casi anónimas y que son una muestra del nulo amor que las barras bravas profesan por sus respectivos equipos. Las redes sociales se han convertido en un lugar perfecto para trasladar los enfrentamientos del estadio a la red. Allí, no se pelea por el liderato en la tabla de posiciones ni por el color de una camiseta. Muchos menos se hace por un partido de fútbol perdido o un triunfo recién conquistado. El honor y el buen nombre de la barra están por encima de todo. El siguiente, es un ejemplo de los comentarios de algunos barristas que se pueden encontrar en un sinnúmero de páginas en Facebook: Camilo CADC pte: ¡¡¡bakano el aguante y el carnaval del sabado,,,se puede demostrar q si todo el comando esta unido nooo hay nadie q nos supere...sigamos con esa actitud y muy pronto se acabaran los problemas en la banda.... De no saber que los Comandos Azules o CADC es la barra brava del equipo Millonarios de Bogotá, nunca nos habríamos enterado de que equipo es hincha el personaje que lo escribió.

El comentario se refiere al partido Millonarios Vs Santa Fe, disputado el pasado sábado 11 de septiembre en Bogotá, en el que los equipos igualaron sin goles. No me explico por qué, a pesar de la posición incómoda de Millonarios en la tabla de posiciones, que lo deja a escasos puntos del descenso a la segunda división, el barrista azul está feliz. Claro, porque todo salió bien en la tribuna. Porque fueron más que la barra brava enemiga. Porque hubo más fiesta y más aguante por su lado.

Lo que quiero resaltar y evidenciar es que debemos dejar de justificar a las barras bravas y a sus integrantes. Estos grupos no están conformados por amantes del deporte y mucho menos de algún equipo de fútbol. Si bien es cierto que sin él, no existirían, también lo es que no existen para sí. Contrario a eso, las barras bravas se han convertido en grandes pandillas conformadas, en su mayoría, por menores en busca de riñas, peleas e incidentes para defender el honor de la misma , cada vez que tienen la opción de hacerlo, y como dice el popular refrán, cuando el muerto encuentra quien lo cargue se hace el pesado , los barristas encontraron en el fútbol, en este caso el muerto, la mejor manera de delinquir sin ser perseguidos ni señalados.

12 de septiembre de 2010

De por qué elogiar a Daniel Samper Ospina

Por Angélica Casallas

Seamos sinceros. Sin columnistas como Daniel Samper Ospina, la crítica política no sería lo mismo. Las páginas de la revista Semana tendrían al final una publicidad de cerveza fina o de cigarrillos para poder acompañar la lectura de las tristes desgracias que están plasmadas en sus páginas.

No se puede negar que las verdades escritas por Samper son las que quisiéramos decirles, o mejor, gritarles en la cara a cada uno de los personajes de la política y la farándula que han sido víctimas de su pluma.

Por eso lo digo, lo proclamo: necesitamos más columnistas de ese tipo, capaces de hacernos reír de los dirigentes que nosotros mismo elegimos. Con la audacia y el talento para caricaturizar con letras los personajes de los que también despotricamos sin piedad en nuestra cotidianidad.

Y no sólo hablo de los que como yo, también comienzan la Revista Semana de atrás para adelante. Hablo del público que lo critica mientras se ríe de sus columnas y da gracias a Dios por la existencia de la revista SoHo, de la cual es director. Aunque, por supuesto, debo hacer una gran excepción con el público uribista que no necesita de Daniel, pues cuenta con un extenso grupo de comediantes de la talla de José Obdulio, Alfredo Rangel y Fernando Londoño, capaces de hacer caricaturas tan perfectas del ex presidente como las que Samper Ospina hace de Angelino o de Andrés Felipe Arias.

Es de esperar que la capacidad para burlarse de sí mismo la haya desarrollado a partir de su sufrimiento como hincha santafereño y lo entiendo. Los bogotanos ya hemos desarrollado, gracias a nuestros equipos, esa capacidad para reírnos de nuestras tristezas y creo que es por ese motivo que en otras regiones lo detestan, pues no creen que la burla de sí mismo y de los problemas propios sea un valor. ¿Lo consideran un irrespeto igual o peor a que Uribe hubiera sido presidente?.

Y por eso, amigos lectores, es que lo necesitamos. Para que Angelino lo lea y se ponga a dieta o se haga una cirugía maxilofacial. Para que Mockus logre hablar de corrido, Benedetti corrija su lenguaje y Valerie Domínguez devuelva la plata de Agro Ingreso Seguro. Para que Lucero Cortéz salga en televisión, pero desde algún estudio de una telenovela. Para que sin temor ni peligro de demanda, los lagartos de esta “platanera tropical” se regresen a la selva que jamás debieron abandonar.

25 de agosto de 2010

De Carlos Antonio Vélez y otros demonios

No sé si después de la noticia de su retiro deba escribir una diatriba o un elogio a su decisión de dejarnos en paz a los seguidores del fútbol. No estamos soñando, es real. Carlos Antonio Vélez se retira del periodismo deportivo.

Los colombianos amantes del fútbol deberíamos ser condecorados por la paciencia que tuvimos con el doctor, el profesor, la eminencia que debería publicar un diccionario especializado en vocabulario rebuscado.

Tuvimos que soportarlo en las transmisiones del Fútbol Colombiano en las que Jorge Eliecer Torres tenía la suerte de intervenir pues el profesor no nació para narrar sino para comentar. Lo aguantamos en el mundial de fútbol junto con figuras tan importantes para el deporte como el técnico Carlos Bilardo, quién hablaba los pocos segundos que el doctor Carlos Antonio le permitía.

Pero Vélez fue tan insoportable como irresponsable. En un país en el que el onceavo mandamiento es ‘no dar papaya’ y menos cuando el 90% del mismo te odia, no se puede comentar un partido de fútbol en un evidente estado de embriaguez.

Y es que no me explico por qué después de semejante episodio el único en Colombia que tiene fama de borracho es el ex alcalde Lucho Garzón. La escena del ‘profe’ junto con el ‘Bolillo’ Gómez y el sorprendido Jorge Eliecer es un tributo que nos entrego el doctor después de tanto aguantarlo. Un regalo.

Aún no me explico cómo después de semejante escena Vélez siguió trabajando. Tuve la esperanza que el mismo Carlos Ardila Lulle le pasara la carta de despido. Creí que en ese momento había triunfado el clamor nacional y el profesor se exiliaría en un lugar desde donde jamás volvería a atormentarnos.

Pero Vélez continuó. Siguió con su labor de conquistar el país. De hacerlo sufrir. Fueron cuatro años más de angustia e incertidumbre después de aquel episodio. Cuatro largos años en los que chévere sólo fue la descripción de un jugador con buen desempeño en la cancha, palabra que no sé cómo fue capaz de aceptar dentro de su extenso y muy delicado vocabulario.

Sin embargo, el gran día llegó. El 21 de agosto Carlos Antonio Vélez anunció que nos dejaría en paz, por lo menos en lo que se refiere a los comentarios en las transmisiones del Fútbol Colombiano y haré una petición pública. Quiero que ese día sea declarado festivo. Pido que por decreto, salgamos a festejar, saquemos bandera de Colombia como el día de la independencia porque finalmente los colombianos con este episodio, por fin nos hemos emancipado.

Sobre la posesión de Santos

Después de cuatro años, por fin nos liberamos de Uribe. Parecía que el día jamás iba a llegar y que tendríamos que aguantar otro periodo bajo su tiranía. Pero el 7 de agosto en el que Uribe se convirtió en ex presidente, finalmente apareció.

Acertado es el popular refrán cuando dice que “no hay felicidad completa”. Con la salida del ex presidente que le devolvió la confianza al país ─ la confianza en que la corrupción, el clientelismo y la politiquería no se acabarán ─ llegó Juan Manuel Santos a la casa de Nariño.

El ex ministro de defensa cumplió su sueño de infancia y asumió el sábado la presidencia de Colombia después de haber ganado las elecciones con más de 9 millones de votantes que no se acordaron de escándalos tan decepcionantes como el de los ‘falsos positivos’. Habrá que hacer un reconteo para saber cuántas de las víctimas mortales de ese macabro plan, sufragaron a su favor.

La posesión del pasado 7 de agosto fue una recepción impecable, a excepción de las prendas exclusivas de los invitados que se mojaron por culpa de la lluvia que casi no cesa en la plaza de Bolívar. Fueron 13 mandatarios de América Latina los que se hicieron presentes en el evento que fue dispuesto bajo las recomendaciones de Tutina, la nueva primera dama de la nación.

Sin embargo no me da tanta tristeza que Santos hubiera llegado al poder cómo que Armando Benedetti le impusiera la banda presidencial. El presidente del senado se demoró más saludando a todas las personalidades que se estaban en el evento que en propio discurso. Leyó detenida y tranquilamente, con la seguridad de que Word le había corregido palabras como “escuchemen, sientesen o levantesen”.

No menos importante fue la aparición del ahora vicepresidente Angelino Garzón quien se vio alegre y muy complacido. Seguramente ya no se siente mal por su apariencia. Cuando vio al presidente de Uruguay, José Mujica, a quien confundió con uno de sus familiares, entendió que el lugar que ocupará no le queda grande. Ahora sueña con llegar también a la presidencia.

La nueva familia presidencial es curiosa. Tutina se ve mucho más joven que su hija María Antonia, o por lo menos, tiene mucho mejor gusto para vestir. La primera dama estaba rogando para que no confundieran a Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, con su esposo. Cuando vio a la mandataria con aquel vestido azul turquesa, descansó.

El discurso de Santos dejó al ex presidente Uribe preocupado. Y no tanto porque anunció que en su gobierno “la puerta del dialogo no estará cerrada con llave”, se inquietó mucho más cuando aseguró que el Unidad Nacional no será una repartición burocrática. La poca tranquilidad que conservó el ex mandatario se debió a su ganancia en la adjudicación del contrato de las sombrillas para la posesión.

Si el gobierno de Santos será tan organizado como su posesión, la esperanza sale a relucir ahora. Ojalá la organización de su gobierno no se rija también bajo las recomendaciones de Tutina.